HISTORIA DE ISAAC LINDLEY


HISTORIA DE ISAAC LINDLEY
H
eredó la empresa familiar y consiguió que la Inca Kola se convierta en un sello de su país, Perú. El éxito suscitado al llevar su producto estrella a convertirse en la gaseosa más vendida del país, generó que Harvard estudiará el caso de la Corporación Lindley como un ejemplo. Para conocer una empresa en su totalidad, es necesario empezar desde abajo. Eso fue lo que hizo don Isaac Lindley a sus escasos ocho años, cuando comenzó a desempeñarse como lavador de botellas en la empresa de bebidas gasificadas que había montado su padre en 1910. Hijo de José Robinson Lindley y Martha Stoppanie, realizó sus estudios en el colegio de la Srta. Cook y en el Lima High School. Recién en 1945, a sus cuarenta y un años, Isaac tuvo la responsabilidad de hacerse cargo del negocio familiar, posición que ocupó por cuarenta y cuatro años. Para aquel entonces, su padre y sus hermanos ya habían fallecido. Sin embargo, el empresario tuvo la capacidad de hacer de Inca Kola un fenómeno reconocido a nivel mundial.
Cuando Isaac asumió el mando de la empresa, la Inca Kola ya estaba en el mercado. El 18 de enero de 1935, cuando Lima cumplía cuatrocientos años de historia, la gaseosa más famosa de Perú salía al mercado. Este recuerdo quedó en la retina de todos los limeños, quienes, con mucho orgullo, inflan el pecho afirmando que vieron nacer a la Inca Kola en su lugar natal. Uno de los primeros cambios que realizó Isaac en su administración fue modificar la botella con etiqueta por otra con la marca de la empresa en alto relieve y la frase que recitaba: “Inca Kola solo hay una y no se parece a ninguna”.

Estrategia y dedicación
Así, en 1950, comenzaba su proceso de expansión a lo largo y ancho del territorio nacional. La idea era expandirse más allá de Lima. Para aquel entonces, la compañía sólo contaba con su producto estrella, ya que todos los demás habían desaparecido. Estaba claro el objetivo: enfocarse en la Inca Kola. Uno de los primeros desafíos que heredó Isaac fue competir con Coca-Cola. En 1936, tan sólo un año después del lanzamiento de la bebida amarilla, la familia Barton obtuvo los permisos para fabricar y distribuir la Coca-Cola en Perú. A pesar de ser un escollo difícil, el empresario construyó alianzas estratégicas que le permitieron imponerse.
Tan fuerte ha sido el posicionamiento local de la bebida peruana que doblegó a la gigante norteamericana, la cual nunca pudo superar en ventas a la producida por la Corporación Lindley. Tal es así que, en 1999, Coca-Cola se asoció con la compañía peruana con el fin de llevar la Inca Kola al resto del mundo. Sin embargo, la Inca Kola jamás tuvo el éxito que alcanzó en Perú y los resultados no fueron los esperados para la empresa norteamericana.
Para lograr la expansión de la Inca Kola, el empresario pactó convenios con fábricas embotelladoras locales para que produjeran la gaseosa amarilla. Estas empresas podrían administrarse a su gusto, pero debían adquirir el concentrado en Lima. Estas franquicias le garantizaron a Isaac que su producto alcanzara una presencia fuerte a nivel nacional.
Sin embargo, el éxito de la bebida estuvo sustentado en el empeño de su líder. Es que, además de ocuparse de la administración y producción de la planta, se ocupaba personalmente de la distribución de las bebidas. Por otro lado, el “Míster”, como lo llamaban amigos, cercanos y algunos clientes, se preocupó por mantener la crianza que su padre había tenido con él y sus hermanos. De esta manera, al igual que él, su único hijo varón, Johnny, comenzó a trabajar en la fábrica desde pequeño después del colegio y los sábados. Finalmente, fue él quien, en 1989, reemplazó a su padre como líder de la compañía.

Su verdadero triunfo
Si bien nadie puede quitarle a Isaac el mérito que tuvo en el posicionamiento de la Inca Kola en el mercado peruano, éste no es el mayor logro que se le atribuye al empresario. Es que, a diferencia de lo que ocurría en aquel entonces, Isaac Lindley fue capaz de crear una cultura organizacional orientada a la gente y que perdura hasta el día de hoy. Tanto sus colaboradores, clientes y empleados lo recuerdan como un hombre que no sólo se limitaba a los números de la empresa.
Como conductor y líder, su valor agregado estaba dado por preocuparse por las personas con las que trabajaba, entendiendo el valor humano de cada integrante de su personal. Algunos años anteriores a su fallecimiento en 1989, había manifestado que siempre se había preocupado por el capital humano ya que el hombre debe disfrutar de los bienes que requieren él y los suyos en un nivel de vida humana y civilizada. Por otra parte, Johnny Lindley Suárez manifestó que fue su abuelo quien gestó y dio forma a lo que la cultura organizacional de la empresa, basada en la preocupación genuina por la gente.






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